Pinceladas del caminar ecuménico en El Salvador

Para que todos sean uno; como tú, oh padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. (Jn. 17:21)

La década de los setentas del siglo pasado fue un tiempo en el que floreció el espíritu de organización y de lucha de diferentes expresiones del movimiento social y popular con propósitos certeros de cambiar la realidad de pobreza, opresión, dictadura, persecución, cárcel, tortura, muerte, desplazados, exilio y otras penurias.

En ese contexto las diferentes iglesias les tocó la responsabilidad de dar testimonio de su fe en Jesús de Nazaret, las iglesias conocidas como históricas o protestantes entre ellas algunas congregaciones bautistas, la iglesia luterana, Episcopal y reformadas profundizaron en el estudio, reflexión de las sagradas escrituras, la teología y la oración; actividad que les llevó a encarnarse en la realidad. Y sobre la relectura del evangelio llevaron a la practica la enseñanza del buen samaritano, crearon sendos programas de servicio a las y los más carenciados en sus principales necesidades.

 

Por su lado el arzobispo de San Salvador Monseñor Oscar Arnulfo Romero sobre la base de la fidelidad al evangelio, de una fe autentica y de la doctrina social de la iglesia le daba vida a una nueva practica pastoral pegada a la gente. Los sacerdotes, las religiosas, las y los celebradores de la palabra con el obispo a la cabeza dieron un gigantesco impulso a esa nueva visión de pensar y de vivir, sentir, reír y sufrir junto al pueblo.

Los diferentes padecimientos del pueblo, ya mencionados en este escrito; también tocaron a las iglesias. No fueron pocos los daños en recursos materiales y especialmente personales: pastores, diáconos, feligreses, sacerdotes, religiosas, celebradores de la palabra y catequistas; que pagaron con su vida el compromiso de anunciar las buenas nuevas de salvación y la denuncia del pecado estructural. Estos hechos llevaron a las iglesias mencionadas a unirse en dos aspectos básicos, primeramente, encontrarse para adorar a nuestro Dios juntos, en el marco de la celebración de la semana de la unidad de los cristianos que se realiza del 19 al 25 de enero de cada año. Por otra parte, crear instancias de coordinación mínima que les permitieran dar un mejor testimonio de servicio a la gente, como fruto de la fe y la fraternidad que les unía.

CLAI UNA PROVISION OPORTUNA
Corrían los años 78 y 79 del siglo pasado llenos de mucha efervescencia social, religiosa y política. El que esto escribe junto a otras y otros hermanos un día domingo recibimos la grata visita oficial en la iglesia Bautista Emmanuel, del muy estimado pastor Juan Marcos Rivera. Aún recuerdo con frescura parte de su emocionado discurso en el que nos habló del surgimiento del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) en formación. Insistía que en este consejo cabíamos todos y para ello recuerdo que nos narró una anécdota: “Fui a visitar un convento de monjas católicas, retiradas de su quehacer misional”, y nos contaba que después de hablarles con tanta emoción del CLAI una de ellas se le rodaron las lágrimas por la alegría que le causaba el surgimiento de tan prometedor proyecto eclesiástico y de servicio. Por lo que con ternura le preguntó, por qué lloraba.

Ella respondió que por la impotencia que sentía, pues creía estar imposibilitada para aportar como ella deseaba al fortalecimiento del CLAI, instancia que a ella le parecía de vital importancia para los tiempos que estaba viviendo américa latina. El pastor Rivera decía que por sugerencia del espíritu le replicó que ella era afortunada de TENER TODO EL TIEMPO PARA ORAR POR EL CLAI, privilegio que él no tenía por andar de arriba abajo en los aviones promoviéndolo. Esas palabras le cambiaron el semblante de tristeza, pues sintió que era útil y que tenía un lugar en CLAI.

Las condiciones sociales, económicas, políticas y religiosas en las que surgió el CLAI, como instrumento de las iglesias para dar testimonio de amor, unidad, fe y servicio al prójimo siguen vigentes en varios de nuestros países y de nuestras iglesias. Por lo que se requiere del espíritu de oración de aquella religiosa y el entusiasmo de los fundadores en los diferentes países de nuestra américa.


Efrén Reyes.
Pastor bautista.

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