Los protestantismos que surgieron del cristianismo reformador del siglo XVI fueron movimientos que mostraron una gran diversidad desde sus propios orígenes. Esta ha sido la más grande fortaleza y también debilidad. Por 500 años estas iglesias con una pluralidad de expresiones y agrupaciones, hicieron su impacto en el mundo moderno. Ya Martín Lutero había planteado que la salvación estaba íntimamente ligada al sujeto oprimido que ahora recibía por gracia su libertad. El sujeto liberto existencialmente proclamaba su salida de la incertidumbre y la angustia, afirmando un Dios gratuito y compasivo. Pero inmediatamente Lutero relacionó en el plano ético la necesidad que la persona creyente liberta asumo un compromiso de servicio y comunión con las demás personas desde su libertad adquirida. La fe provoca la salida del sujeto hacia una acción activa y amorosa al prójimo. Lutero desarrollará dentro de esos parámetros una ética social de responsabilidad en todas las esferas de la vida, asumiendo que para la persona creyente el valor supremo es su propia conciencia y vocación ante Dios.
Calvino tomará algunos de estos principios, pero asumirá un papel más decidido en promover una ética social que vigila, promueve y auspicia estructuras que rijan y normen la vida civil y política. La iglesia, en esa dimensión, es comunidad que vive proclama y se nutre por la Palabra y los sacramentos moviéndose a la esfera civil para así promover un gobierno justo y eficiente La ética reformada perfila una persona ciudadana activa en la sociedad, pero obediente a la voluntad de Dios, sin confundir su lealtad última. La reforma ginebrina en Suiza fue un modelo único en que se conjugan ambos planos, el religioso y el civil.
La tradición reformada, que promovieron Zuinglio y Calvino, enfatizó un principio protestante que mantiene en tensión la relación institución-movimiento, con el principio ecclesia reformata semper reformanda est (iglesia reformada, siempre reformándose). Hay un germen crítico que no le permite instalarse, anquilosarse, mantenerse en un status quo. En este sentido la iglesia tiene que constantemente liberarse para ser un agente transformador en la historia. El principio protestante afirma un sí evangélico como elemento constitutivo de su fe y un no protestante como signo de indignación y una postura ética y profética contra la injusticia y a favor de la justicia y la liberación.
La Reforma Radical asumió posturas decididamente más militantes y desafiantes ante la sociedad política. Su ética de discipulado radical insiste en una discontinuidad total con el estado y una resistencia a cualquier inherencia en materias de fe y ética personal. Muchos de esos grupos, particularmente los anabautistas, construyeron comunidades exclusivas desarrollando su propio estilo de vida como una especie de contracultura. Su pacifismo radical fue mantenido en tiempos de guerra, negándose a servir en las fuerzas armadas. Esas posturas generaron también actitudes más positivas de servicio comunitario como se expuso anteriormente.
Hay una línea de continuidad histórica en los protestantismos liberadores. Se destacan Tomás Müntzer y los campesinos en Alemania, los cuáqueros en Europa y Estados Unidos, los Menonitas en México, Uruguay y otras partes de América Latina. Esta herencia liberadora llega en su mayor expresión profética en figuras como Martin Luther King, Jr. y la lucha por la liberación de la población afro-americana en Estados Unidos y el Arzobispo anglicano Desmond Tutu en Sudáfrica, paladín de la lucha contra el apartheid y a favor de la liberación de los pueblos africanos. Ambos recibieron el premio Nobel de la paz.
Entre algunos de los distintivos fundamentales de la reforma protestante del siglo XVI, cabe destacar las afirmaciones teológico-doctrinales que le son comunes, dentro de la gran diversidad que profesan. Los principios de la Sola Gratia, Sola Fide, Sola Scriptura y Soli Deo Gloria, siguen vigentes. A ellos se unen el sentido de la libertad cristiana que abarca la libertad personal y la liberación como fuerza social y política. Subrayando una ética que incide en los procesos y estructuras políticos.
Al aproximarnos a las diversas experiencias y tradiciones protestantes, hay que mantener una tensión creativa entre ese pasado con toda su herencia en continuidad con la historia del cristianismo y los cambios y adaptaciones que han adoptado esas mismas iglesias protestantes, frente a un futuro que las desafía una vez más a desinstalarse siguiendo ese principio protestante de constante renovación y reforma.
Reforma protestante – Carmelo Alvarez
Dr. Rvdo. Carmelo Álvarez